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Enseguida empezaron los trabajos de revisión y recepción operativa de los aviones, que incluía un entrenamiento del personal, suboficiales mecánicos y sus ayudantes de la tropa con experiencia en el Sabre. Vemos como los soldados escogidos querían (y no se les podía negar) inmortalizar su colaboración con aquel “proyectil volante” (en este caso el biplaza) que era el orgullo de nuestra fuerza aérea entonces.
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