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Cuando disparé sobre este precioso motovelero despegando con solo su propio motor, suave y casi silencioso, sentí la mayor envidia que de alguna persona he tenido en toda mi vida, Envidie a aquel piloto que podía elevarse del suelo con aquella preciosa maquina y, con mucha probabilidad, mantenerse muchas horas disfrutando casi sin limites de los extraordinarios parajes pirenaicos desde cualquier punto del espacio
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