Una de las espectaculares vistas que uno podía tener desde la terraza el Hotel Emmantina, donde la música era sustituida por el rugir de los reactores y el audio de la frecuencia de aproximación de Atenas. Un placer para el spotter más exigente de la época, ya que podía disparar desde una silla a la sombra mientras saboreaba un refresco. El tráfico era además una interesantísima mezcla de vuelos de Oriente Medio, África y Europa.