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El Super G era uno de los aviones más bellos. Era un cuatrimotor extraordinario proyectado para vuelos transatlánticos. Sus motores, 4 potentísimos Wright Turbocompound de más de 3.000 hp representaban el límite práctico de la propulsión a hélice, pero a la vez eran delicados y complejos y sufrían por tanto bastantes averías. Más de una vez llegaban a su destino con uno de sus motores parados, hasta el punto de que los tripulantes le denominaban jocosamente como "el mejor trimotor del mundo".
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