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Tres horas más tarde de haber tomado agua al filo del mediodía y con peor tiempo, el avión despegaba tras una visita corta, necesaria y entrañable. No podía faltar, después de una actividad en vuelo de algún tiempo por todo el mundo, como embajador de la UNICEF principalmente, el rendir viaje a Pollensa donde, durante unos 27 años, había estado volando, salvando vidas y sufriendo avatares que tuvieron que dejar profunda huella en sus huesos. Así lo debió entender el tripulante de la cúpula trasera en su saludo a la lancha del fotógrafo (Foto original de Roberto Yáñez).
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