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El único DC-1 que existió (cn. 1137) tuvo este final aun hoy casi olivado. Hasta aquí llegó, después su brillante etapa americana como avión estrella de la TWA, tras venderse por fin al millonario británico Forbes y este pasarlo a una compañía francesa de transporte aéreo. Esta compañía lo vendió a precio de oro a la Republica, donde, aunque matriculado como EC-AGN de la LAPE, sirvió como trasporte rápido de altos cargos del gobierno y terminó pasando a Francia con algunos de ellos antes de acabar la guerra. Repatriado a finales del 39 se integró nominalmente en TAE, aunque en el momento del accidente ya lo había comprado la estatalizada Iberia, pero aun lucia la matricula y colores de aquella. Triste final casi anónimo para un avión merecedor de ser la estrella de un museo. (Colección Juan Arráez).
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